Acercarnos a los arcanos del Tarot es como interrogar a la Esfinge: nunca nos dará una respuesta fácil.
“El Tarot no nos brinda respuestas. Es demasiado sabio para eso. Nos plantea, al contrario, preguntas. El hecho de hacer el recorrido por esos cuestionamientos siempre nos conduce, en un momento u otro, a hallar en nosotros mismos nuestras propias respuestas. El Tarot respeta lo que hay en nosotros de grande y de digno: la capacidad de descubrir las respuestas a través de un largo, riguroso y auténtico diálogo interior.”
“El Tarot expresa una enseñanza filosófica, representada en su mayor parte por imágenes arquetípicas diseñadas […] sobre un juego de cartas. […] El Tarot se inscribe, por tanto, en una corriente filosófica no dogmática y liberada de los sistemas, una philosophia perennis, [….] pero también se inscribe en el mundo de las imágenes que nuestro siglo ha consagrado.
Al abordar el Tarot como una red de imágenes arcaicas y simbólicas, como un recorrido a través de estudios filosóficos, un espejo de uno mismo, se puede constatar que cada arcano ofrece materia para una reflexión ética y [humanística]. De esta forma, al aplicar los protocolos psicológicos rigurosos, uno mismo se ve interpelado y cuestionado por cada arcano sobre los porqués de sus conflictos relacionales o interiores y sobre las ‘mejores maneras’ de resolverlos o transformarlos. Así fue como nació el Referencial de Nacimiento en la década de 1980.”